1. Revisiones recomendadas por el fabricante: El manual de nuestro vehículo nos indica cada cuántos kilómetros o cada cuánto tiempo debemos cambiar algún componente del coche, ajustándose a los planes de mantenimiento de cada marca. Hablamos, por ejemplo, de la correa de distribución (normalmente, entre los 80.000 y los 120.000 km), el embrague, los amortiguadores… De no hacerlo, los daños en el automóvil y en tu bolsillo pueden ser enormes.
2. Una revisión al año: “Más vale prevenir que curar”, se suele decir. Con el coche, lo mismo: asegúrate de llevar el coche al taller una vez al año, aunque no le toque pasar revisión, para también detectar cualquier anomalía a tiempo de poder solucionarla. Allí lo pondrán a día y comprobarán niveles de líquidos tan básicos como el aceite, anticongelante, frenos, así como filtros, pastillas de frenos, etc.
3. Los neumáticos: En el tema de los neumáticos del coche, ponemos mucho énfasis en el tema de la seguridad, pero también en la repercusión que tiene en el coche. Es importante siempre llevarlos con la presión y un estado adecuados: si van con demasiada presión, disminuirá la adherencia al asfalto y, además, pueden verse afectados los sistemas de suspensión y amortiguadores; una presión muy baja, elevará el desgaste de las gomas y subirá el consumo de combustible, además de poder dañar las juntas, dirección o rodamientos.
4. Marcas blancas: Para ahorrarnos unos euros extra, solemos recurrir a fabricantes menos conocidos respecto a los recambios originales. Si quieres apostar con ellos, asegúrate que cumplen los requisitos de calidad y las exigencias del fabricante de nuestro coche, de cara a proteger todos sus componentes.
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